Cada 30 de mayo, en Costa Rica hacemos una pausa para conmemorar el Día Nacional del Periodista, una fecha que va mucho más allá de una celebración protocolaria. Es una jornada de reconocimiento, sí, pero también de memoria, crítica y reflexión. Porque informar no es solo una tarea diaria, es una responsabilidad que moldea nuestra democracia.
Para quienes ejercemos este oficio ?desde una cancha de fútbol hasta la redacción de un reportaje de fondo? el significado se intensifica. En mi caso, como periodista en proceso de rehabilitación, esta fecha también es un espejo: me recuerda de dónde vengo, lo que aún defiendo, y lo mucho que queda por hacer.
La raíz de esta conmemoración está en la historia: un 30 de mayo de 1824 circuló por primera vez La Gazeta, el que se reconoce como el primer periódico del país. Fue el punto de partida para lo que hoy llamamos libertad de prensa, uno de los pilares de nuestra vida democrática.
Pero no todo ha sido tinta sobre papel. Esta fecha también evoca una herida: el atentado de La Penca en 1984, donde murieron tres periodistas, la mayoría costarricenses. Aquella tragedia dejó claro que ejercer el periodismo en nuestra región, incluso en tiempos de paz, puede costar la vida.
Aunque Costa Rica ha sido históricamente un país respetuoso con la prensa, el panorama reciente enciende algunas alarmas. La Constitución Política garantiza el derecho a informar y proteger nuestras fuentes. Sin embargo, según Reporteros Sin Fronteras, en 2025 el país obtuvo su segunda peor calificación histórica en libertad de prensa.
¿Las razones? Varias y preocupantes:
Desde el Instituto de Prensa y Libertad de Expresión (IPLEX), Marco Vinicio Barquero Salas lo resume con claridad: vivimos un ?cambio preocupante en la relación entre el gobierno y la prensa?. Y ese cambio no es neutro. Afecta directamente la calidad y libertad del ejercicio periodístico.
Para periodistas como Jeannina Fonseca, el periodismo es más que informar: es narrar con honestidad, con empatía, con sentido. Ella insiste en que la confianza del público es nuestro recurso más valioso. Sin eso, perdemos el alma del oficio.
Y no es una exageración. El Informe de Libertad de Expresión en Costa Rica (2024) pone los números sobre la mesa: 66% de los periodistas ha sufrido acoso digital, desde insultos hasta amenazas. A eso se suman campañas de difamación, muchas veces dirigidas a mujeres periodistas, generando un clima donde el miedo y el silencio se van colando.
Las redes sociales abrieron nuevas vías para contar historias, pero también se han convertido en canales para noticias falsas, discursos extremistas y teorías conspirativas. Hoy más que nunca, el periodismo debe ser ancla: verificar, contextualizar y sostener la credibilidad.
Muchos medios operan con lo mínimo, y eso afecta directamente la calidad del trabajo. Equipos reducidos, recursos escasos y condiciones frágiles hacen casi imposible construir periodismo independiente y riguroso.
El acoso online no es solo una molestia: es una estrategia para silenciar. Y funciona. Lo sé de primera mano. Una colega me lo resumió así: ?El acoso digital busca intimidar y silenciar. No podemos normalizarlo?. Y no, no debemos.
Nuestro papel como periodistas ?seamos independientes, deportivos, culturales o de investigación? sigue siendo esencial: servir de puente entre la verdad y la ciudadanía. Pero esa tarea no puede realizarse en condiciones hostiles ni precarias.
Por eso, el Día del Periodista en Costa Rica tiene que ser más que un acto simbólico. Es una llamada urgente a proteger la libertad de prensa, a crear un entorno donde ejercer este oficio no implique arriesgar la vida o la salud mental.
La frase del recordado Parmenio Medina lo decía sin rodeos: ?La verdad no peca, pero incomoda?. Esa incomodidad es necesaria. Es la que nos empuja a cuestionar, a fiscalizar, a narrar lo que otros preferirían ocultar.
Hoy, en medio de mi proceso de rehabilitación personal y profesional, me reafirmo en esta vocación. El periodismo sigue siendo mi brújula. Mi forma de estar presente. Mi resistencia.
Este 30 de mayo no solo celebro el oficio. Lo defiendo.